lunes, 4 de marzo de 2013

Capítulo 2.


La situación en el aeropuerto era algo caótica. Jamia y yo facturábamos nuestras maletas mientras que Lily parecía que se había tomado algo raro. Faltaban por llegar aún Hanna y Devs, porque su coche se había estropeado y Maddy no hacía más que llamarlas recibiendo gritos desesperados al otro lado de la línea. El aeropuerto estaba abarrotado. La manecilla del reloj me decía que solo quedaba una hora para embarcar y a las chicas les quedaba un buen rato para llegar si lograban coger algún taxi. La gente se tropezaba a su paso, miles de personas de distinta raza e idioma discutían unas con otras para lograr colarse en la fila del bar, en los puestos de souvenirs… empezaba a sentirme algo agobiada. Cher me trajo una botella de agua y se sentó a mi lado mientras me abanicaba con las manos.

- ¿Estás bien?
- Creo que los nervios y la emoción no es una buena mezcla. Se me pasará enseguida.

Noté como se limpiaba una ligera lágrima que le caía por su ojo derecho.

- Vamos Cher… no decaigas ahora. Verás que todo sale bien.
- Es solo que… extrañaré a mi madre…
- Todas la extrañaremos, y a las nuestras igual, pero verás que vale la pena.

Me miró con esos ojitos anegados en lágrimas y me abrazó. Nos levantamos cogiendo nuestro equipaje de mano y nos dirigimos hacia algún puesto de revistas vacío. Dimos una vuelta por el aeropuerto y para cuando nos reunimos con las demás, Hanna y Devs habían llegado.

- No preguntes –dijo Hanna al ver mi ademán de preguntarle acerca del accidente.

Todas nos echamos a reír y nos dirigimos hacia el avión. Pasamos aquel pasillo sin problemas, excepto Lily que tuvo que quitarse el cinturón, los pendientes y la pulsera de oro que le había regalado su enamorado James.

- Un poco más y me dejan desnuda.
- Que afán por el nudismo tienes tú –apuntó Maddy.
- Ya empiezas a meterte conmigo… te voy a dejar de pegatina de recuerdo en la ventana del avión.

Maddy la fulminó con la mirada y Devs puso orden.

- Sin peleas.

Cogí a Jamia de la mano con nerviosismo. Siempre había odiado los aviones, no podía con ellos.

- Jane, vamos, necesitas relajarte. Te vas a dejar dormir en cuanto subas ya que anoche no pegaste ojo. Créeme, el tiempo está genial, no hay ni una ráfaga de viento.
- ¿Segura que estaremos a salvo?
- Prometido.

Me dio un pequeño beso en la frente y nos reunimos con las demás.

- Vuelo 23071D, destino Roma. Puerta 22.

Nos miramos con emoción y nos levantamos en silencio y casi temblando. Éramos pocos en ese vuelo. Miré el reloj. Eran las siete y media de la tarde. A las ocho salía el avión. Media hora para mentalizarme. Era increíble lo rápido que había pasado el día. No había prestado atención ni a un solo profesor y mucho menos había digerido el almuerzo. Yo era la primera de todas nosotras. Saqué el DNI y el pasaje y se lo entregué a la rubia teñida que se encontraba tras el mostrador. Suspiré y emprendí el camino hacia la puerta del avión, parándome en un descansillo a que llegaran las demás. Jamia llegó detrás de mí, seguida de Lily y Maddy. Por último llegaron Cher, Devs y Hanna. El ambiente estaba tenso, apenas alguna hablaba, excepto Jamia que no paraba de darme fuerzas a través de susurros.

- Vamos hermanita, tú puedes.

Llegó la hora de sentarse y esperar a que aquel trasto me dejara en el destino de mi vida. Eran dos filas de asientos, una de cuatro y otra de tres. Jamia, Cher, Lily y yo nos sentamos en una y Hanna, Devs y Maddy en la otra. Me pedí cerca de la ventana para notar en todo momento algún tipo de luz en mi cara y saber que estaba viva. Al escuchar esto, me miraron asustadas.

- Necesitas un psiquiatra.
- Siéntate ya, anda –le dije tartamudeando a Hanna.

No sé a qué hora despegó ni cuanto tardamos. Nada. Preferí cerrar los ojos y dejar que el efecto de la pastilla para dormir hiciese efecto.

-

- Jane. Jane, vamos levántate.
- ¿Ya hemos llegado?
- Hace rato, ya todas están fuera esperando. Vamos.

Me levanté con pesadumbre de aquel incómodo haciendo y para mi sorpresa se me habían dormido las piernas, así que tardé unos minutos en caminar como una persona normal. Jamia sujetó su bolso y el mío mientras yo hacía aspavientos raros para que aquel hormigueo se me fuera. La noche en Roma estaba preciosa. No había ni una sola nube y una luna llena brillante nos saludaba desde lo más alto del cielo. Un taxi nos esperaba justo al salir. Al ver la cantidad de maletas y chicas que éramos, tuvieron que llamar a  dos monovolúmenes. El trayecto hacia la residencia fue tranquilo. Fue al bajar cuando vimos lo que nos esperaba durante los próximos tres meses.

- Va a ser el mejor verano de mi vida –dije casi entre lágrimas.
- Surferos guapos en tres, dos, uno… -apuntó entre risas mi hermana al ver a un rubito con la tabla al hombro a pesar de que era bien entrada la madrugada.
- Esto es precioso –susurró Maddy.
- Va a ser imposible no desmadrarse aquí –se cruzó de brazos Devs mirando a las demás.
- ¡Tengo hambre! –sonrió Cher.
- Fiesta, chicos, playa… -se frotó las manos Hanna.
- ¡VODKA! –gritó Lily.

Fue ahí cuando entramos como locas al hotel mientras los botones recogían nuestras maletas. El padre de Hanna nos recibió con los brazos abiertos. Sí, era el jefe del hotel.

- Bienvenidas chicas. Yo me marcho ya, os estaba esperando para daros las llaves y explicaros un poco todo esto…
- Tranquilo papá, lo sé.
- Pásatelo bien pequeña. No os paséis de la ralla.

Nos despedimos de aquel hombre alto y apuesto y nos dirigimos hacia nuestras habitaciones. Tres en una habitación y las otras cuatro repartidas en otras dos. Jamia, Lily y yo nos fuimos a la nuestra; Maddy y Hanna a otra y Cher y Devs a la última. Las tres estábamos en la misma planta y el mismo pasillo. Nos tomamos nuestro tiempo para colocar nuestras cosas al ritmo de Britney Spears.

-
- I must confess I still believe…
- When I'm not with you I lose my mind
- Give me a sign, hit me baby one more time! –entonamos las tres a la vez.

Más allá se escuchaba a Bruno Mars y supe al instante que se trataba de la habitación de Maddy y Hanna, aunque se mezclaba con el ritmo de McFly que sonaba en la habitación de al lado. Cher.

Al cabo de una hora, estábamos todas preparadas para nuestra primera fiesta. No nos arreglamos para nada del otro mundo, unos vaqueros cortos y una camisa de tirantes fueron nuestra elección. Aquello pintaba demasiado bien. Nos dirigimos a la planta baja de la residencia donde habían distintos salones y en cada uno, una fiesta diferente. Parecían fiestas temáticas. Nosotras no teníamos la vestimenta adecuada para ninguna, así que fuimos directas a la piscina que había en el patio central. Lily y Maddy fueron a por las bebidas y nosotras cuatro intentamos hacernos hueco entre la multitud. Hubieron tropiezos, quejas, palabras que nunca hubiera preferido escuchar y Cher acabó con la camiseta empapada en cerveza después de que a un chico se le cayera “sin querer” encima.

- Maldito estúpido.
- Acostúmbrate a las noches aquí –dijo Jamia.
- Joder, que asco.
- ¿Quieres subir a cambiarte?
- Sí, enseguida vuelvo.

Jamia, Devs y yo nos quedamos mirando el panorama. Chicas sin parte de arriba tirándose a la piscina, chicos babeando por esas… chicas, otros tirados por el suelo sin poder aguantar más la borrachera, otras bailando a su ritmo… una fiesta final de curso en toda regla. Lily se reunió con nosotras con un vaso en la mano y me tendió un líquido color caramelo.

- ¿Amaretto?
- Flojito. Estaba Maddy delante, le he puesto muy poco.

Sonreí al saborearlo y tenía razón. El red-bull se notaba mucho más. Empezamos todas a bailar sin meternos mucho en el tumulto de gente. Hasta Lily que era la que más prefería una fiesta entre apretones, prefirió quedarse con nosotras. Fue entonces cuando dos chicos empezaron a venir hacia nosotras. Logré ver a través de Devs y Cher que uno de ellos llevaba una camiseta blanca y unos vaqueros ajustados. Su pelo rizado dejaba caer algunos rizos por su frente dejando ver unos bonitos ojos que se iluminaban con la luz de las farolas. El otro, por el contrario, llevaba una camisa a rayas y un pantalón de color azul. El chico de rizos tiró de mi camiseta hacia él.

- ¿Eres nueva?
- Sí. Y tú estás borracho.
- Ey. Tranquilízate. He bebido dos copas.
- Igualmente.

Intenté librarme de él, pero volvió a atraerme hacia él.

- ¿Cómo te llamas?
- Dudo que te acuerdes mañana.
- Nadie ha dicho que quiera acordarme.
- ¿Entonces para qué lo quieres saber?
- Eh, déjala ya. A juzgar por cómo está no quiere nada contigo, coge aire.
- Uh, la rubia se pone rebelde.
- No me has visto rebelde aún. Con esas piernas de tía no creo que puedas correr.
- Correr no, pero… -se acercó a Lily dándole un sensual beso en la mejilla- sé distraer a las mujeres.

Dicho esto la cogió en brazos y fue directo a la piscina.

- ¡Bájala idiota!
- Le rompo la entrepierna –gritó Jamia.
- ¡Qué me bajes desgraciado!
- Tú lo has querido –apuntó el de rizos, tirándose con Lily a la piscina.

El chico de la camiseta a rayas sujetó por detrás a Cher y cogió de la mano a Maddy. Por su parte otro chico moreno, con una camisa a cuadros y el pelo negro despeinado, empezó a reírse de las caras histéricas de Hanna.

- ¿Tienes algún problema?
- Eres muy graciosa.
- Y tú muy idiota. Puedes irte.
- Uh, que rebelde.
- Así me dicen mis amigas.
- Vamos enana, no harías daño a una mosca.
- Si cuentas como mosca esa cosa que tienes entre las piernas puedo hacer una excepción.
- Arrepiéntete de tus palabras, enana.
- No –dijo dándose la vuelta.

Miré petrificada como el chico moreno cogía a Hanna por las piernas y se la llevaba lejos de nosotras mientras no podíamos hacer nada. El chico de pelo rizado no hacía más que lanzarme agua a mí y ahogar a Lily, mientras que el de rayas había inmovilizado a Cher y a Maddy. Devs y yo mirábamos el panorama sin saber qué hacer. Jamia por su parte charlaba muy alegremente con un chico de pelo negro, paliducho y de buen aspecto mientras nosotras pasábamos a un segundo plano. Me fui a acercar a la piscina cuando una mano me cogió de la coleta y me tiraba hacia detrás.

- No te metas donde no te llaman.
- Mira Piolín, tú no eres quien para darme órdenes.
- ¿Te ha llamado Piolín? –inquirió el de rayas sofocando una carcajada.

La razón por la cual lo había llamado así, era por su característico pelo rubio. Tenía unos ojos azules de un tono increíble que junto con la luz de las farolas daba un efecto precioso. Su polo rojo y su pantalón blanco, ambas cosas de marca, daban a entender que era un chico de dinero. Y por su forma de hablar, supe que era el líder de aquella banda de niñatos. Me sujetó hacia él mirándome desde arriba, dado que era más alto que yo y me sonrió ladinamente mientras me susurraba en el oído:

- Vas a arrepentirte de esto.

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