La situación en el aeropuerto era algo caótica. Jamia y
yo facturábamos nuestras maletas mientras que Lily parecía que se había tomado
algo raro. Faltaban por llegar aún Hanna y Devs, porque su coche se había
estropeado y Maddy no hacía más que llamarlas recibiendo gritos desesperados al
otro lado de la línea. El aeropuerto estaba abarrotado. La manecilla del reloj
me decía que solo quedaba una hora para embarcar y a las chicas les quedaba un
buen rato para llegar si lograban coger algún taxi. La gente se tropezaba a su
paso, miles de personas de distinta raza e idioma discutían unas con otras para
lograr colarse en la fila del bar, en los puestos de souvenirs… empezaba a sentirme algo agobiada. Cher me trajo una
botella de agua y se sentó a mi lado mientras me abanicaba con las manos.
- ¿Estás bien?
- Creo que los nervios y la emoción no es una buena
mezcla. Se me pasará enseguida.
Noté como se limpiaba una ligera lágrima que le caía por
su ojo derecho.
- Vamos Cher… no decaigas ahora. Verás que todo sale
bien.
- Es solo que… extrañaré a mi madre…
- Todas la extrañaremos, y a las nuestras igual, pero
verás que vale la pena.
Me miró con esos ojitos anegados en lágrimas y me abrazó.
Nos levantamos cogiendo nuestro equipaje de mano y nos dirigimos hacia algún
puesto de revistas vacío. Dimos una vuelta por el aeropuerto y para cuando nos
reunimos con las demás, Hanna y Devs habían llegado.
- No preguntes –dijo Hanna al ver mi ademán de
preguntarle acerca del accidente.
Todas nos echamos a reír y nos dirigimos hacia el avión.
Pasamos aquel pasillo sin problemas, excepto Lily que tuvo que quitarse el
cinturón, los pendientes y la pulsera de oro que le había regalado su enamorado
James.
- Un poco más y me dejan desnuda.
- Que afán por el nudismo tienes tú –apuntó Maddy.
- Ya empiezas a meterte conmigo… te voy a dejar de
pegatina de recuerdo en la ventana del avión.
Maddy la fulminó con la mirada y Devs puso orden.
- Sin peleas.
Cogí a Jamia de la mano con nerviosismo. Siempre había
odiado los aviones, no podía con ellos.
- Jane, vamos, necesitas relajarte. Te vas a dejar dormir
en cuanto subas ya que anoche no pegaste ojo. Créeme, el tiempo está genial, no
hay ni una ráfaga de viento.
- ¿Segura que estaremos a salvo?
- Prometido.
Me dio un pequeño beso en la frente y nos reunimos con
las demás.
- Vuelo 23071D, destino Roma. Puerta 22.
Nos miramos con emoción y nos levantamos en silencio y
casi temblando. Éramos pocos en ese vuelo. Miré el reloj. Eran las siete y
media de la tarde. A las ocho salía el avión. Media hora para mentalizarme. Era
increíble lo rápido que había pasado el día. No había prestado atención ni a un
solo profesor y mucho menos había digerido el almuerzo. Yo era la primera de
todas nosotras. Saqué el DNI y el pasaje y se lo entregué a la rubia teñida que
se encontraba tras el mostrador. Suspiré y emprendí el camino hacia la puerta
del avión, parándome en un descansillo a que llegaran las demás. Jamia llegó
detrás de mí, seguida de Lily y Maddy. Por último llegaron Cher, Devs y Hanna.
El ambiente estaba tenso, apenas alguna hablaba, excepto Jamia que no paraba de
darme fuerzas a través de susurros.
- Vamos hermanita, tú puedes.
Llegó la hora de sentarse y esperar a que aquel trasto me
dejara en el destino de mi vida. Eran dos filas de asientos, una de cuatro y
otra de tres. Jamia, Cher, Lily y yo nos sentamos en una y Hanna, Devs y Maddy
en la otra. Me pedí cerca de la ventana para notar en todo momento algún tipo
de luz en mi cara y saber que estaba viva. Al escuchar esto, me miraron
asustadas.
- Necesitas un psiquiatra.
- Siéntate ya, anda –le dije tartamudeando a Hanna.
No sé a qué hora despegó ni cuanto tardamos. Nada. Preferí
cerrar los ojos y dejar que el efecto de la pastilla para dormir hiciese
efecto.
-
- Jane. Jane, vamos levántate.
- ¿Ya hemos llegado?
- Hace rato, ya todas están fuera esperando. Vamos.
Me levanté con pesadumbre de aquel incómodo haciendo y
para mi sorpresa se me habían dormido las piernas, así que tardé unos minutos
en caminar como una persona normal. Jamia sujetó su bolso y el mío mientras yo
hacía aspavientos raros para que aquel hormigueo se me fuera. La noche en Roma
estaba preciosa. No había ni una sola nube y una luna llena brillante nos
saludaba desde lo más alto del cielo. Un taxi nos esperaba justo al salir. Al
ver la cantidad de maletas y chicas que éramos, tuvieron que llamar a dos monovolúmenes. El trayecto hacia la
residencia fue tranquilo. Fue al bajar cuando vimos lo que nos esperaba durante
los próximos tres meses.
- Va a ser el mejor verano de mi vida –dije casi entre
lágrimas.
- Surferos guapos en tres, dos, uno… -apuntó entre risas
mi hermana al ver a un rubito con la tabla al hombro a pesar de que era bien
entrada la madrugada.
- Esto es precioso –susurró Maddy.
- Va a ser imposible no desmadrarse aquí –se cruzó de
brazos Devs mirando a las demás.
- ¡Tengo hambre! –sonrió Cher.
- Fiesta, chicos, playa… -se frotó las manos Hanna.
- ¡VODKA! –gritó Lily.
Fue ahí cuando entramos como locas al hotel mientras los
botones recogían nuestras maletas. El padre de Hanna nos recibió con los brazos
abiertos. Sí, era el jefe del hotel.
- Bienvenidas chicas. Yo me marcho ya, os estaba
esperando para daros las llaves y explicaros un poco todo esto…
- Tranquilo papá, lo sé.
- Pásatelo bien pequeña. No os paséis de la ralla.
Nos despedimos de aquel hombre alto y apuesto y nos
dirigimos hacia nuestras habitaciones. Tres en una habitación y las otras
cuatro repartidas en otras dos. Jamia, Lily y yo nos fuimos a la nuestra; Maddy
y Hanna a otra y Cher y Devs a la última. Las tres estábamos en la misma planta
y el mismo pasillo. Nos tomamos nuestro tiempo para colocar nuestras cosas al
ritmo de Britney Spears.
- …
- I
must confess I still believe…
- When I'm not
with you I lose my mind…
- Give
me a sign, hit me baby one more time! –entonamos
las tres a la vez.
Más allá se escuchaba a Bruno Mars y supe al instante que se trataba de la habitación de
Maddy y Hanna, aunque se mezclaba con el ritmo de McFly que sonaba en la habitación de al lado. Cher.
Al cabo de una hora, estábamos todas preparadas para
nuestra primera fiesta. No nos arreglamos para nada del otro mundo, unos
vaqueros cortos y una camisa de tirantes fueron nuestra elección. Aquello
pintaba demasiado bien. Nos dirigimos a la planta baja de la residencia donde
habían distintos salones y en cada uno, una fiesta diferente. Parecían fiestas
temáticas. Nosotras no teníamos la vestimenta adecuada para ninguna, así que
fuimos directas a la piscina que había en el patio central. Lily y Maddy fueron
a por las bebidas y nosotras cuatro intentamos hacernos hueco entre la
multitud. Hubieron tropiezos, quejas, palabras que nunca hubiera preferido
escuchar y Cher acabó con la camiseta empapada en cerveza después de que a un
chico se le cayera “sin querer” encima.
- Maldito estúpido.
- Acostúmbrate a las noches aquí –dijo Jamia.
- Joder, que asco.
- ¿Quieres subir a cambiarte?
- Sí, enseguida vuelvo.
Jamia, Devs y yo nos quedamos mirando el panorama.
Chicas sin parte de arriba tirándose a la piscina, chicos babeando por esas…
chicas, otros tirados por el suelo sin poder aguantar más la borrachera, otras
bailando a su ritmo… una fiesta final de curso en toda regla. Lily se reunió
con nosotras con un vaso en la mano y me tendió un líquido color caramelo.
- ¿Amaretto?
- Flojito. Estaba Maddy delante, le he puesto muy poco.
Sonreí al saborearlo y tenía razón. El red-bull se
notaba mucho más. Empezamos todas a bailar sin meternos mucho en el tumulto de
gente. Hasta Lily que era la que más prefería una fiesta entre apretones,
prefirió quedarse con nosotras. Fue entonces cuando dos chicos empezaron a
venir hacia nosotras. Logré ver a través de Devs y Cher que uno de ellos
llevaba una camiseta blanca y unos vaqueros ajustados. Su pelo rizado dejaba
caer algunos rizos por su frente dejando ver unos bonitos ojos que se
iluminaban con la luz de las farolas. El otro, por el contrario, llevaba una
camisa a rayas y un pantalón de color azul. El chico de rizos tiró de mi
camiseta hacia él.
- ¿Eres nueva?
- Sí. Y tú estás borracho.
- Ey. Tranquilízate. He bebido dos copas.
- Igualmente.
Intenté librarme de él, pero volvió a atraerme hacia
él.
- ¿Cómo te llamas?
- Dudo que te acuerdes mañana.
- Nadie ha dicho que quiera acordarme.
- ¿Entonces para qué lo quieres saber?
- Eh, déjala ya. A juzgar por cómo está no quiere nada
contigo, coge aire.
- Uh, la rubia se pone rebelde.
- No me has visto rebelde aún. Con esas piernas de tía
no creo que puedas correr.
- Correr no, pero… -se acercó a Lily dándole un sensual
beso en la mejilla- sé distraer a las mujeres.
Dicho esto la cogió en brazos y fue directo a la
piscina.
- ¡Bájala idiota!
- Le rompo la entrepierna –gritó Jamia.
- ¡Qué me bajes desgraciado!
- Tú lo has querido –apuntó el de rizos, tirándose con Lily a
la piscina.
El chico de la camiseta a rayas sujetó por detrás a
Cher y cogió de la mano a Maddy. Por su parte otro chico moreno, con una camisa
a cuadros y el pelo negro despeinado, empezó a reírse de las caras histéricas
de Hanna.
- ¿Tienes algún problema?
- Eres muy graciosa.
- Y tú muy idiota. Puedes irte.
- Uh, que rebelde.
- Así me dicen mis amigas.
- Vamos enana, no harías daño a una mosca.
- Si cuentas como mosca esa cosa que tienes entre las
piernas puedo hacer una excepción.
- Arrepiéntete de tus palabras, enana.
- No –dijo dándose la vuelta.
Miré petrificada como el chico moreno cogía a Hanna por
las piernas y se la llevaba lejos de nosotras mientras no podíamos hacer nada.
El chico de pelo rizado no hacía más que lanzarme agua a mí y ahogar a Lily,
mientras que el de rayas había inmovilizado a Cher y a Maddy. Devs y yo
mirábamos el panorama sin saber qué hacer. Jamia por su parte charlaba muy
alegremente con un chico de pelo negro, paliducho y de buen aspecto mientras
nosotras pasábamos a un segundo plano. Me fui a acercar a la piscina cuando una
mano me cogió de la coleta y me tiraba hacia detrás.
- No te metas donde no te llaman.
- Mira Piolín, tú no eres quien para darme órdenes.
- ¿Te ha llamado Piolín? –inquirió el de rayas
sofocando una carcajada.
La razón por la cual lo había llamado así, era por su
característico pelo rubio. Tenía unos ojos azules de un tono increíble que
junto con la luz de las farolas daba un efecto precioso. Su polo rojo y su
pantalón blanco, ambas cosas de marca, daban a entender que era un chico de
dinero. Y por su forma de hablar, supe que era el líder de aquella banda de
niñatos. Me sujetó hacia él mirándome desde arriba, dado que era más alto que
yo y me sonrió ladinamente mientras me susurraba en el oído:
- Vas a arrepentirte de esto.
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